Escucho las gotas que golpean el techo, es delicado, sutil. Una leve caricia de sonidos que me adormece.
Ella a mi lado duerme temerosa, no confia en en la paz de esas gotas que solo traen frescura.
A lo lejos un relampago, sobresalto, miedo y confusion. El refugio esta intacto ni una gota a entrado a el.
Las caricias se superponen una sobre otras, manos que se entrelazan, jadeos, traspiracion y placer, infinito placer que todo lo borra. En ese instante no somos nosotros los que estamos ahi sino solo dos cuerpos que violentamente desean unirse, la mente deja de pensar y solo somos. No importa si llueve, no importa si nos hemos olvidado de comer, si no hemos calentado agua siquiera. Nada importa, solo el deseo.
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