miércoles, 10 de agosto de 2011

Extraño

Mágico se  vuelve todo al verla, las palabras fluyen sin tener que obligarlas a decir algo deseo hablar y me gusta hablar.  Mucho mas me gusta escuchar su suave voz, su acento que todo lo vuelve más rico, mas dulce, mas lleno de vida. Sus ojos invitan a mirarlos de una manera eterna, deseas besar la cuenca de sus ojos, deseas besar cada recoveco de su cuerpo sin que nada haya sido dejado de lado, te desesperas por acariciar cada espacio y cada lugar de su insoportable belleza, quieres hundirte y sentir que ya no importas, que ya nada importa.

Intento

Vague de manera incierta en la ciudad, durmiendo en plazas y veredas. Observando a la gente que pasa indiferente, como si mi presencia fuera preferible ser evitada, olvidada, escondida entre cartones y edificios. Vague sin motivo alguno, sin tratar de buscar nada, sin intenciones de encontrar algo.
Hace un tiempo considerablemente largo que no me baño, emano un hedor similar al de una fosa séptica, momentáneamente no tengo interés de bañarme es una manera de que la gente no se aproxime.
Aburrido me acuesto sobre un banco, mirando al cielo, tratando de alcanzarlo con mis manos, tratando de elevarme a un estado de mayor conciencia, de verdadero equilibrio.

Dormir

Durmiendo sobre una panza tibia mientras una mano acaricia mi pelo, montañas de rizos rubios y rojos tocan  mi cara, acerco mi mano hacia ella, dibujo con un dedo miles de formas sobre su cuerpo desnudo, la siento tibia y cerca de mi, tocar su piel y sentir su aroma ya alcanza, mirarla ya alcanza, hundo mi nariz en su ombligo desnudo, juego con su pie,  le separo los dedos, los acaricio y los beso. Sintiéndome lleno, le pregunto ¿que mas puede haber? Responde que no hay nada.

viernes, 5 de agosto de 2011

Estrellas

Distingo increíblemente entre las hojas del árbol y las luces de esta puta ciudad, alguna estrella que se asoma tímidamente entre todas las cosas que las ocultan y me doy cuenta que prácticamente las había olvidado.
Sueño que soy otro, mas valiente, mas cobarde también, sueño que estoy abrazado a alguien que dice amarme, siento en la nuca el dulce aliento de alguien que quiero y ahogándome en esa bocanada de aire viciado, como si no existiera ya otra cosa, como si ese instante de profunda intimidad fuera suficiente, no necesito ya nada. Deseo morir para que nada contamine esa sensación, ese pequeño placer de sentir que soy otro en los brazos de alguien que dice amarme.
Sueño placidamente, siendo esta otra de mis actividades favoritas.

Sueño

Sueño en sumergirme en unos ojos  profundos como el cielo, sintiendo una conexión que va mas haya de las palabras, las palabras pierden su forma y ya no tienen importancia, ya no trasmiten absolutamente nada, ya no dicen nada. El silencio es la verdadera palabra y la muerte es un paso a vivir. Caigo en un estado incierto de ansiedad, de nervios, de emoción. Confundido, casi mareado, sintiendo que miles de pequeñas luces bailan alrededor mío y dicen palabras dulces al oído. Sintiendo coraje para hacer lo que sea, pero dándome cuenta que la realidad no puede ser moldeada, se maneja con criterios ajenos a los propios, siguiendo otros parámetros que no encajan, que no se ubican dentro de la vida que manejo.
¿Dónde estoy? Me pregunto y no respondo. Importa realmente o sentir la arena que acaricia tus pies ya es suficiente, para que entender las cosas si de nada sirve, solo es confundirse, marearse. Es mejor no preguntar nada no entender nada, ser un numero mas en una pared que escucha y asiente

Querido...

Buenos Aires viene a mi como si tuviera una imperiosa necesidad de recorrerla con mi mente, sus calles, sus pequeños pasajes, ese aspecto gris de mañana de lluvia. Caminar de una punta a otra de la ciudad observando las diferencias de un barrio con otro, la desigualdad llevada a un extremo evidente sin darle importancia si el ciudadano promedio es capaz de darse cuenta de toda la mierda que lo rodea. Solamente se levanta nuevamente, se estupidiza por unos minutos delante del televisor para no entender nada, se baña todavía dormido, se cambia todavía dormido y sigue consecuentemente en un espiral de confusión, de idiotez encontrada en una pequeña botella de burguesía. Nada, nadie hace nada, el que tiene por que le importa un carajo el que no tiene, el que trabaja consumido por esa constante esclavitud de la rutina y el que no tiene nada por la insoportable opresión en la que esta sumergido. Me cago en todo eso, soy solo un peón mas dentro una maquinaria insoportablemente grande que ni siquiera llego a entender, soy solo un bastardo disconforme que no tiene fortaleza para hacer nada, soy solo un imbecil que habla solo, que grita histéricamente. Asco, es una buena palabra. La misma repugnancia que produce oler el vomito de otra persona o ir a un baño y observar que el hijo de puta que fue antes no tiro la cadena. Asco, sentir el estomago revuelto al observar el cuerpo apretado de una mujer inmensamente obesa, oler la punta de los dedos y sentir olor a mierda.

martes, 2 de agosto de 2011

Laferrere

Una chica tiene en su regazo una sola rosa roja de tallo largo,  esta sentada enfrente mío. Estoy sobre el tren que va hacia Zarate, veo en forma sucesiva esas pequeñas casuchas, que no son mas que acumuladeros de chapas y maderas, que se encuentran al costado de las vías. En el fugaz paso del tren, logro observar a unos niños que patean algo que podría ser una pelota.
Recuerdo mi infancia, a mi padre que me abrazaba cuando yo corriendo me dirigía a su búsqueda, su mano tan grande que cubría por completo mi cara. A mi madre buscando siempre una excusa para llorar, una canción con una triste melodía, el recuerdo de alguien que ya no esta, cualquier cosa era lo suficientemente triste para llorar, un llanto agotador, como casi toda su existencia. La casa que durante muchísimo tiempo fue mi vida, siendo yo un niño que solo jugaba con barro formando diferentes mundos o dibujando con tiza que mi madre traía del colegio. Las zanjas hediondas al costado de las calles de ripio, que durante prolongadas horas me detenía a observar. Al pequeño Juan, escupiendo el chicle sobre la vereda diciendo que al pisarlo mantenía el sabor durante mucho mas tiempo. La ridícula y obesa mujer, con sus harapientos vestidos y su presencia casi nauseabunda me producían una extraña fascinación, que aun hoy no logro descifrar, la rareza de un mundo triste. Todos esos pequeños recuerdos que casi no existen en mi mente, ahora me superan y llegan a mi en forma abrumadora.
El tren sigue con su constante y adormecedor traqueteo. El viaje es amenizado por vendedores ambulantes, con su elocuente pero repetitiva manera de ofrecer un producto, por algún ocasional músico o por los que no posean habilidad alguna, salvo la de dar lastima, contando lo patética que es su vida pidiendo que por favor nos compadezcamos de ellos

A mi Padre

Camino solitario bajo la luz de una ciudad vacía, me detengo a contemplar la ausencia de algo que una ves estuvo, árboles que ya no están, hojas que ya  no caen.
Recorro el barrio, que durante un tiempo fue mío, buscando aquellas voces que alguna vez me hicieron compañía, ya no escucho ni sus gritos, ni sus risas.
Fueron calladas por la monotonía de una vida rutinaria, por el acatamiento de ordenes, por mujeres gordas que exigen lo que nunca van a tener, por hijos llorones que piden a gritos algo de comer. Fueron calladas por la constante monotonía de sobrevivir, del día a día. Los encuentro tristes, sin sus sonrisas de sueño, con remeras gastadas, con el alma amarga.
Paso un tiempo desde que deje el barrio, ahora vuelvo solo a mirar lo que en algún  momento también fue mi vida.
Algunos han sucumbido ante la tristeza de lo inevitable, otros al igual que yo se contentan hipócritamente con lo que les a tocado.
Imperturbable como el tiempo encuentro en las mismas esquinas de antes al loco del barrio, pegándole trompadas al viento, riendo histéricamente, contando historias de guerra, de amor y de muerte que solo el entiende. Me saluda de lejos y con la mirada perdida me pide un cigarrillo.